Visitar el pueblo de la Caleta de Famara es adentrarte en un universo paralelo donde el tiempo se detiene y mandan las emociones.

No hay reloj que marque la hora si te adentras en sus calles sin asfaltar, llenas del encanto marinero y enmarcadas por sus casas impolutamente blancas con atisbos verdes o azules en sus puertas y ventanas.

El pueblito debe su nombre al risco que lo preside y a la playa que lo acompaña:

Famara. Majestuosa y de fina arena dorada, le da al visitante lo que necesita, desde tranquilidad a deportes acuáticos.

En sus olas se practica el surf y el kitesurf, así que si el cuerpo te pide un poco de adrenalina, en el pueblo encontrarás muchas escuelas de surf, en dónde podrás contratar clases particulares, en grupo o incluso alquilar tu propio equipo e ir por libre.

Pero si lo que deseas es tranquilidad, sus seis kilómetros de arena tostada te dan la opción de perderte para encontrarte contigo mismo. Ni en sus días de más afluencia notarás que la playa esté masificada.

Esta característica de Famara hace que sea aún más especial.

Otro encanto que nos ofrece esta playa, es su particular visión cuando baja la marea, ya que la arena gana terreno, creándose una playa más infinita aún si cabe. La fina capa de agua que se mantiene, junto con los charquitos que se originan en algunas zonas, hacen efecto espejo y reflejan una imagen espectacular del risco de Famara sobre la arena.

Si le sumamos los colores del atardecer, la estampa es de cuento.

Llegado a este momento del día, seguro que tendrás hambre y quieres reponer fuerzas.

En la Caleta de Famara tienes varias opciones de restauración que cubrirán todas tus expectativas: desde locales con desayunos saludables hasta tradicionales restaurantes con gastronomía local.

Como buen pueblo marinero, los pescados tienen un papel protagonista en la carta. Así que no pierdas la oportunidad de saborearlos mientras disfrutas de las vistas al risco.